Alterar las cosas pequeñas, la doméstica intendencia, conlleva trastorno y enfado. Coca-cola ha decidido - y con ella el resto de bebidas, también de la competencia- dejar unido el tapón a la botella. Desde tiempo inmemorial usted desenroscaba el tapón y ya era libre para beber directamente de la botella, dejarlo reposar aparte con la finalidad de aliviar el gas o tomar la decisión que fuese. Hoy no. En los primeros días yo creí que era un defecto de fábrica -y retorcía el hilo de plástico que colgaba del tapón unido a la rosca-. Con el paso del tiempo advertí con irritación que era novedad -me lo confirmaron los botellines de agua mineral y otros envases de bebidas de azúcares dañinos (las que a mí me gustan)- y la novedad alteró la rutina, me provocó fastidio y me dispuse a sopesar el hecho. Di por sentado que la decisión llevaba el visto bueno de los ingenieros. Una multinacional y algo tan propio como una botella de Coca-cola debió medir muy bien el impacto -todo cambio (y éste lo es importante) apunta a mejoras en el producto y procura no desequilibrar ni un milímetro el hecho rutinario-. Alfonso Rojo me comentó en una ocasión, en sus tiempos de corresponsal de guerra, que nada había peor cubriendo el frente que una Coca-cola caliente. Yo recuerdo las botellas de vidrio muy frías en neveras de hielo en los primeros años del club de tenis en el Carlos Belmonte -y cualquiera guarda una impronta personal de sus bebidas, ayer amargas y menos dulzonas; ayer borbollando en la garganta tras el primer trago y hoy aflojadas-. Esto son cuestiones temporales que ajustan la bebida a los tiempos: recia en tiempos recios; con notas de farmacia en tiempos indolentes. El nuevo tapón es otra cosa. Estorba el beber de un trago limpio, fastidia el desenrosque y el enroscado obligado y en suma: es una gran molestia. Hay una creencia de que las cosas mejoran con los tiempos modernos, que evolucionan y no pueden quedarse atrás. Yo creo, por el contrario, que aquello que funcionó bien -el tapón simple de rosca- no debe soportar la aventura de cambios de tanto calado. Y por ello estoy seguro que los ingenieros y creativos ameritaron su decisión. Nada hay peor que atacar las rutinas. O sí. Peor es que decidan por nosotros. Ayer llamé al teléfono de atención al cliente. No nos entendimos, aunque fueron muy amables.