Si es condenable, que Sánchez no llame dictadura al régimen cubano, más lo es que Casado no afeara al exministro Camuñas sus palabras negando el golpe de estado que perpetró Franco para erigirse como dictador durante cuarenta años.
Cuando el actual presidente del PP escucha, a este ex alto cargo del Gobierno de Suárez echar las culpas de la Guerra Civil a la República, y calla se convierte en cómplice de unas declaraciones que, sin duda, rayan lo anticonstitucional. No me cabe ninguna duda de que Casado piensa lo que la inmensa mayoría de los españoles, y es que el militar gallego se alzó con el poder a través de una acción ilegal, como es un golpe de Estado que, a la postre y cómo todos sabemos y sufrimos, acabó en un terrible enfrentamiento civil que cambio la historia de España para siempre. Lo que no termino de entender es por qué no enmendó la plana inmediatamente cuando este negacionista franquista se quedó a gusto soltando una de las perlas del verano. Seguro que si en vez de Casado, hubieran estado presentes Aznar o el mismo Rajoy, Camuñas no habría salido con todas sus plumas tras su fatal perorata. No me cabe duda. Claro que ellos no tenían a Vox comiéndoles la tostada. Este feo episodio no debe de quedar como una mera anécdota. En la España de 2021, no podemos tolerar que nadie, sea Camuñas o Casado, niegue la realidad o, lo que es aún peor, la manipule torticeramente a su gusto. En el caso del exgerifalte de la UCD poco importa lo que piense o diga, aquí el que tiene la responsabilidad, y es el que más retratado queda en la jugada, es el líder del PP. No Casado, usted -como presidente del segundo partido del país y jefe de la oposición- tiene la obligación de no hacer mutis por el foro y reprender a todo el que, delante suyo, niegue que Franco es un golpista y un dictador. Y, por supuesto, un criminal. Aunque esto último jamás lo escucharemos salir de su boca. Seguro que, tras el lamentable episodio, su PP habrá recuperado algún voto voxero, de esos perdidos por su derechita cobarde, como les gusta llamarlos a sus primos malotes de la ultraderecha. Quizá era ese el objetivo. O no. Quién sabe. A ver Casado, es fácil, repite con nosotros: «Franco fue un golpista y un dictador». En su, ahora adorada, Cuba también lo saben.