Fernando Fuentes

Fernando Fuentes


Neonavidad

24/12/2024

Solo el amor salvará a la Navidad. Y al mundo. Tranquilos, no es que me haya entrado una ventolera -tan dulzarrona como cursi- que me esté haciendo perder el norte. Es que tras un sesudo análisis de la situación he concluido que estas otrora fiestas religiosas -que ya son más paganas y neoliberales que otra cosa- poco o nada, se parecen, a las que los que ya peinamos canas, disfrutamos de niños. Los tiempos han cambiado que es una barbaridad y aquellas Pascuas blancas, mucho más estrechas en todos los sentidos -y en las que un entrañable Plácido repartía cestas con pavo incluido, abordo de su motocarro, coronado por una estrella de Belén de cartón, por todas los pueblos de una España en blanco y negro- solo se parecen a las actuales en algunas cosas que aguantan el tirón ante el feroz consumismo y la ausencia, casi total, de espiritualidad en unas fechas en las que se supone -¿alguien se acuerda de esto?- que celebramos el nacimiento de un bebé que luego ascendió a ser Dios. La más importante de ellas es eso, el amor. Porque más allá de cada absurdo mensaje enviado por guasap; de esos abrazos chisposos a la cinco y pico de la mañana, tras una larga y loca comida de empresa y, por supuesto, de ese manido «Feliz Navidad» que durante estos días repartimos, a diestro y siniestro, hay amor; aunque contemporeneizado a estos tiempos que no corren sino vuelan. En plena transmodernidad, esta neonavidad mutante, que nos abduce y somete, se antoja más necesaria que nunca. Seamos creyentes o no, y echando un vistazo a cómo el odio entre prójimos impide el feliz devenir de nuestro planeta, contar con unas semanas al año en las que podemos mostrarnos algo más cariñosos y cercanos -sin sonrojarnos por lo blandengue del trance- es más que necesario. Por lo tanto, vamos, disfrutemos a tope de todas estas tontunas superfluas y pascuales; tiremos el dinero bajo el ímpetu de una irresistible alegría artificial y suframos monumentales resacas al son de unas fiestas populares, que es lo que se han convertido, en las que, aunque casi nadie se dé cuenta, hay destellos de esperanza que surgen del cariño verdadero. Solo su poder nos salvará. Feliz noche de amor, aunque sea patrocinada y sin paz. Que no es poco.

ARCHIVADO EN: Navidad, España