Huelga decir que nuestra ciudad es otra, y muy diferente, desde hace unos años. Al menos estos cambios altamente sustanciales -y todos celebrables- se han hecho más visibles en los últimos tiempos, aunque, como es de recibo reconocer, ha sido producto de una evolución en la que mucho ha tenido que ver la administración municipal y, sobre todo, los albaceteños. Y resalto a estos últimos -nosotros, usted y yo- porque sin nuestro permanente apoyo y colaboración nada de lo bien propuesto y dispuesto, y mejor programado, habría alcanzado la brillantez conseguida. Y es que, gracias al esfuerzo de todos, hemos llegado a un momento que debe ser de Albacete. Lejos de viejos tópicos que nos sumían en una cateta tristeza y escatológico aburrimiento, hemos conseguido, contra todo pronóstico, darle la vuelta a una realidad que se antojaba poco prometedora por nada atractiva. Vaya por delante que nunca fuimos un lugar tan sombrío y gris, como algunos nos querían pintar; como tampoco que ahora nos hayamos convertido, de sopetón, en Disneylandia. Y es en este preciso punto en el que hay que afianzar y consolidar un progreso, que supera el notable, cuando se trata de analizar las nuevas potencialidades del Albacete de 2025 respecto a los que, en su defecto, aún no nos conocen o los que ya han disfrutado de una ciudad que, por méritos propios y sin padrinos, quiere pedir paso y firme, para hacerse un hueco entre las principales referencias urbanas nacionales, y a los que hay que hacerles imprescindible que repitan cada año, una y otra vez. Pero para ello nos lo tenemos que creer. Y lo hacemos con sorprendente firmeza. Porque nunca creo que haya existido una conexión tan fuerte entre la ciudad y sus ciudadanos y en eso hay que felicitar a los que han logrado activar este nexo inédito. Esta semana iremos a ese gran escaparate que es Fitur a enseñar al mundo que Albacete no es sólo que merezca la pena, es que es de recibo que se reconozca fuera de nuestros lares la gran labor global que nos está aupando, de forma justa y necesaria, a cotas de interés, seducción y goce que hace poco nos habrían parecido inalcanzables. Seguro que lo conseguiremos. Es el momento de Albacete.