La Tribuna de Albacete cumple cuarenta años. No es mi memoria tan caudal como la de Javier López-Galiacho, pero mirando el primer número, publicado poco antes de las navidades de 1984, puedo hacerme una idea de lo menesterosos, incautos y sobre todo jóvenes que éramos. Tan jóvenes como el Felipe González que saludaba desde la portada. El periódico inaugural solo tenía 32 páginas, parte de ellas dedicadas a publicidad de bienvenida o de verbenas de fin de año, y costaba 45 pesetas. Echando cuentas salía a peseta por titular, pues noticias había pocas, entre las glosadoras del propio nacimiento del periódico o un suicidio ascendido a primera página, y los reportajes, inevitables por las fechas, sobre turrones de Xixona y mantecados de Estepa. El amarre orwelliano (no se olvide, 1984) estaba en unas páginas de informática, cuando no sabíamos lo que era la informática ni los ordenadores, una anticipada modernidad que nos ha depositado, cuarenta años después, en el mundo de Gran Hermano. Los columnistas estrella, vía agencia, eran Camilo José Cela, Nicolás Guillén, Emilio Romero o Cándido, prueba del interés por la cultura o la diversidad de opinión que siempre ha guiado al periódico y se mantiene hoy mismo en el haz de variopintos colaboradores, aunque echemos de menos mayor aportación femenina. Con los años, el periódico fue engordando en páginas, las mismas que fue perdiendo ante el avasallamiento de lo digital, y ese encogimiento lo padecimos en nuestras carnes cuando se nos solicitó soltar lastre de palabras, en aras de una síntesis que para quienes tenemos poco que decir siempre será beneficiosa. Valgan estas, demasiado escasas, para celebrar la efemérides y el milagro de su perduración en papel.