Antonio García

Antonio García


Los abrazos

11/11/2024

Afirma la psicóloga Isabel Rojas (autora de Necesito un abrazo) que uno de los errores del pasado es que los padres no expresaban sus propias emociones, y no podemos menos de identificarnos con esa situación descrita, pues venimos de una generación en que la emociones, como manifestación de debilidad, estaban muy mal vistas, y los abrazos, si los hubiere (que no los había), se tenían poco menos que como agresiones. Sin embargo, lo que la psicóloga interpreta como error a mí me parece un encomiable ejercicio de higiene pedagógica y mental, y nunca agradecerle lo bastante a mis padres su nula efusividad para con los hijos, incluso entre ellos, un aprendizaje del que creo que hemos salido más espabilados y curtidos que las generaciones posteriores. De chicos huíamos de los familiares sobones y ya adultos solo ejercitamos el abrazo de pareja, el único de verdad ineludible. La psicóloga propugna en cambio el abrazo universal y continuo, entre padres e hijos, allegados, conocidos, hermanos o parejas, venga o no a cuento, como culmen de la "corporalidad emocional", sin reparar en que cualquier abuso tiende a depreciar el objeto deseado y prodigar cariñitos – igual que comer todo el rato nuestro plato favorito- acaba por hacérnoslos aborrecibles. Ha sido precisamente el triunfo de esta psicología banal la que nos ha abocado al mentecato presente de cursilería, con la paradoja de que un abrazo mal «gestionado» -aquí me sirvo de su jerigonza- pueda interpretarse, también, como agresión sexual. Por lo demás, el abrazo, como bien saben los políticos más proclives a él, es la postura ideal, por inmovilización de la víctima, para asestar la puñalada en la espalda.