Para hacer un resumen de un año, es requisito indispensable que este haya transcurrido, o por lo menos esa era la secuencia natural de los hechos hasta hoy mismo en que ya tenemos también diseñado, resumido, cerrado -salvo imprevistos añadidos- el que va a venir. Si el nefando 2024 fue el año de la dana, el inminente va a ser el año de Franco, esta vez por la excusa de su muerte. Vamos a tener al dictador hasta en la sopa, donde nunca ha dejado de estar en cocción, porque echando cuentas no hay año que no hayamos tenido presente al dictador, gracias a la obstinación de los gobiernos socialistas -y algunos medios de comunicación- por mantenerlo a flote. La explicación de esta testarudez -dejando a un lado consideraciones psicoanalíticas- es bien sencilla: la Historia les hizo un feo no permitiéndoles participar activamente en acontecimientos históricos y ahora quieren resarcirse viviendo el espejismo de su repetición. No de otra manera funciona la memoria histórica: puesto que el capricho de fechas les privó de estar en las barricadas, al grito de no pasarán, reconstruyeron barricadas ficticias para ponerse ellos en primera línea, ganando molarmente una guerra en la que perdieron todos. La reconstrucción del anti franquismo, cuarenta años después, tiene objetivos parecidos: los antifranquistas de verdad pasarán a un segundo plano y serán ellos, los actuales gobernantes, quienes se atribuyan el mérito de sus luchas. Cuando digo ellos me refiero a Sánchez: si ya se coronó como enterrador de la dictadura, no tendrá inconveniente en desenterrarla de nuevo para crearnos la ilusión de que ha sido él, en lid unipersonal, el que nos ha devuelto la democracia.