En democracia, debemos aceptar el deseo de la mayoría, aunque sea contrario a nuestro posicionamiento, porque, en teoría, redunda en la mejor versión del bien general. La práctica, ya es otro cantar, como se puede comprobar en varios casos concretos y muy cercanos.
El miércoles, la concejal de Medio Ambiente, Rosa González de la Aleja, lamentó que la Confederación Hidrográfica del Júcar, dependiente del Gobierno central (PSOE), que es la que tiene la competencia, todavía no ha concedido el permiso al Ayuntamiento (PP) para la limpieza del Canal de María Cristina, cuando la petición se hizo hace tres meses. La cuestión es que esta limpieza es precisa para evitar en verano las plagas de mosquitos que sufren los vecinos, sobre todo los de la zona, por lo que es evidente que en este caso para la CHJ no prima el bien general. Estas últimas semanas también estamos a vueltas con el desdoblamiento del puente a Campollano, nuestro gran pulmón industrial, pero el asunto duerme el sueño de los justos en dependencias judiciales. Esta obra es muy necesaria y son varias las administraciones involucradas, de distinto signo político, por lo que sería de agradecer un acercamiento y actuación, por el bien general.
Pero no tenemos que irnos tan lejos, ayer, festivo regional, uno de mis vecinos se puso a dar golpes por una obra que realiza en su vivienda, sin importarle que, dada la condición del día, más de uno podía estar descansando. Al final, lo del bien general queda en papel mojado, que ya lo escribió hace mucho tiempo Góngora: «ándeme yo caliente y ríase la gente», o como me recuerda muchas veces mi hermano: «todo el mundo va a la suya, menos yo que voy a la mía». Así nos va.