El cedazo, un instrumento compuesto de un aro y de una tela, formaba parte de la decoración de las cámaras (los trasteros de las viviendas de la capital) de muchos hogares del medio rural albacetense. El cedazo me lleva a mi juventud, cuando muchas familias de numerosos municipios de la provincia encontraban en el azafrán un extra para la economía familiar. Era lo último que se utilizaba en el largo proceso hasta lograr el azafrán, porque todo comenzaba a finales de primavera o principios de verano plantando la cebolla, a lo que le seguía el cuidado con mimo del terreno, para dejarlo sin piedras que luego molesten la salida de la rosa y bien cavado, y ya, a finales de octubre, la recogida, la monda y, evidentemente, el tostado del azafrán en el cedazo, lo último del día, pero lo mejor que uno se llevaba a la cama, el aroma que dejaba y, unos meses después, unos cuantos miles de pesetas que suponían una buena extra de Navidad.
Son unos recuerdos que siempre viene bien que afloren en nuestra memoria y que, año tras año, tienen su particular fiesta gracias al grupo de folclore Abuela Santa Ana, impulsor y mantenedor de esta tradición que, en muchos de los hogares del medio rural del que antes hablaba ya desapareció. Para algunos, como es mi caso, sirve para añorar y para otros será una novedad. Por eso, unos u otros, si tienen oportunidad, acérquense a Santa Ana mañana y disfruten de todos los actos organizados con motivo del Festival de la rosa del azafrán. Y si pueden, huelan el azafrán recién tostado, porque será una gran experiencia.