España está de luto por los fallecidos debido a la última DANA y, al tiempo que aumenta la cifra de personas que perdieron la vida en esta tragedia, también se incrementa el enfado de los familiares que se quedaron sin sus seres queridos o que ven que los suyos siguen en la lista de desaparecidos, de quienes han perdido sus casas o negocios y de la sociedad en general. El enfado y la impotencia son generalizados, porque con el paso de las horas cada vez son más quienes se cuestionan si este fatal desenlace se podía haber evitado o que hubiese tenido una magnitud menor.
Es comprensible e imaginable, porque quienes, por fortuna, no estamos afectados también tenemos el corazón roto por todo lo que vemos en las localidades más afectadas, aunque ahora toca trabajar por localizar a los desaparecidos y por intentar que el orden vuelva a estos lugares lo antes posible. También nos toca aprender. De los militares que estaban de maniobras cerca de Letur y no dudaron en acudir al municipio a ayudar, de todos los efectivos volcados en los trabajos, de ciudadanos anónimos que en medio de la situación de caos ayudaron al que tenían al lado y lo necesitaba y, sobre todo, de los avisos que nos da la Naturaleza.
Debemos aprender todos, pero principalmente nuestros gobernantes, sean de la Administración que sean y del partido político que sea, porque estas desgracias se evitan o minimizan con una buena previsión, con trabajo bien hecho y con las inversiones necesarias. Sus palabras sobran, que ya saben que se las lleva el viento.