Toda fiesta tiene su víspera y hasta hay quienes dicen que se disfruta más, pero hay celebraciones que cuentan con un sentido especial, una gran relevancia y no deberían quedarse en la víspera. Por ejemplo, imaginan ustedes que el Primero de Mayo, Día Internacional de los Trabajadores, se celebrase el 30 de abril simplemente porque ese día tan importante sea sábado o domingo, o que Jueves Santo se adelantase al miércoles, o que el Día de Castilla-La Mancha no se festejase el 31 de mayo, sino el día 30.
Pues eso ha sucedido en Albacete dos veces en las dos últimas semanas, primero con el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer y después con el aniversario de la Constitución, ambos celebrados en la víspera por el hecho de que el primero, 25 de noviembre, fue sábado, y que el segundo, 6 de diciembre, era el inicio de un macropuente.
El Día de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, con la honrosa excepción de la Coordinadora 8M, que sí lo celebró el día 25, tuvo sus actos centrales el día 24, donde no faltaron las rasgaduras de vestiduras simbólicas en defensa de la mujer al tiempo que se vivía el bochornoso enfrentamiento entre PSOE y PP a cuenta de dos casos sobre esta materia, con un trasfondo más político que defensor.
El Día de la Constitución, con la que está cayendo sobre nuestra Carta Magna, se celebró en la capital el día 5, un día antes porque, como todos ustedes saben, nuestros representante institucionales tienen derecho a disfrutar todos los puentes del año. Si los, en teoría, defensores de la Constitución no tenemos tiempo para celebrarla el día que corresponde, ¿cómo nos vamos a extrañar de que personajes como Puigdemont la ataquen sin contemplación?