El toreo es sentimiento. El que pone o no el torero en el ruedo y el que llega o no al público en el tendido. Es la verónica de manos bajas y a cámara lenta que te acelera el corazón y te pone el vello de punta o el trincherazo que te rompe el alma mientras exclamas un olé frente a la faena llena de pases que te lleva al bostezo. Es calidad frente cantidad.
En el improvisado ruedo del Teatro Circo se celebró el miércoles el pregón de la Feria Taurina de Albacete, lleno de sentimiento y calidad, como el buen toreo. El encargado fue el maestro Juan Martínez, quien el próximo día 12 celebra el quincuagésimo aniversario de su doctorado en su Albacete natal, tierra de toreros, como bien resaltó en su pregón.
Martínez, para tan especial ocasión, tuvo una cuadrilla de lujo. Como subalterno actuó el admirado Pedro Piqueras, el periodista que mejor ha vendido esta tierra, y amigo desde la infancia de Juan. La voz firme de Piqueras, al hablar del pregonero, salió desde el corazón y llena de sentimiento, con la misma verdad que el toreo del gran protagonista de la noche. El siguiente tercio correspondió a Alicia, hija de Juan Martínez, quien puso una sentida voz a las imágenes y fotografías que se proyectaron de su padre.
Todo estaba listo, con tono ascendente, para que Juan Martínez rematase la faena. Recuerdo una anécdota que contó en una ocasión, en la que acudió a un tentadero con unas botas nuevas, había llovido y en el centro de la plaza había un gran charco que Juan esquivaba, hasta que el ganadero le dijo: «Juanito, vamos a mojarnos los botos». En su pregón del miércoles, Juan Martínez se los mojó. ¿Saben cómo? Con sentimiento y calidad.