Para que exista el día debe haber noche, para gozar del bien tenemos que sufrir el mal y para disfrutar de la paz tenemos que experimentar el tormento de la guerra. Es la única lógica que se me ocurre para que, en pleno siglo XXI, el rearme sea uno de los objetivos fundamentales de la Unión Europea, que le ve las orejas al lobo con la invasión de Rusia a Ucrania y el anuncio del Gobierno de Donald Trump de invertir menos en la defensa del Viejo Continente.
El presidente de Estados Unidos removió con su reciente y segunda llegada al poder los cimientos del orden mundial y a más de uno le ha pillado desarmado, nunca mejor dicho. En este contexto aparece el Gobierno español, con su presidente, Pedro Sánchez, que no sabe cómo sobrevivir a esta cruzada. Su minoría de votos socialistas precisa el apoyo de partidos como Sumar o Podemos, claramente cercanos a Vladimir Putin y, por supuesto, contrarios a que España invierta más en armamento.
Lo malo para Sánchez es que la exigencia viene de la planta de arriba, de la Unión Europea, a la que España pertenece tanto para recibir cuantiosos fondos con los que se estira el cuello con facilidad como para gastar más en armamento, que es el caso actual. El presidente del Gobierno intenta ganar tiempo con la inventada ronda de reuniones en Moncloa con todos los partidos políticos, excepto con Vox, la tercera fuerza más votada en este país. Sin embargo, sí cuenta con Bildu. Imagino que será porque entiende bastante de armas.