Ramón Bello Serrano

Ramón Bello Serrano


Han vuelto

08/03/2025

Nunca el vicio se había concentrado tanto en sí mismo como en la película que Trump y Elon Musk han distribuido de la futura Gaza. Nunca. Algunos pensaban que la quiebra de Occidente era como un vuelo intelectual o una prédica bizantina o gavilla cayendo a plomo y derribada por pajarracos parricidas. Es claro que no. Cuando las civilizaciones caen los pecados de la carne se multiplican y exacerban. Los miles de muertos de Gaza ya no ven nada pero sí sus deudos. Elon Musk bañado en billetes de dólar -en realidad una ducha de billetes- como la gran ramera de nuestro tiempo -o quién sabe: quizá lo sea la que se sienta sobre grandes aguas, «con ella fornicaron los reyes de la tierra, y los habitantes de la tierra se embriagaron con su prostitución»-. El concentrado vicio -lujuria del resort de Gaza aparte- se repunta de una soberbia extraordinaria: cada vez que firma un decreto lo exhibe con el deseo de ser el preferido por otros, ahogándose en vanidad; esa preferencia va más allá de Musk al que se ha ligado para aposentarse en las tres llamas en que arden sus corazones negros y de piedra: soberbia, envidia y avaricia. Los habitantes de Gaza sólo poseen un puñado de ruinas y un rosario de lamentos. Entre ruinas y lloros los pajarracos quieren borrarlos del mapa a cambio de tumbonas, hombres barrigudos, mujeres estúpidas, y dólares en ducha. Avaricia. Avaricia. Avaricia. Y en el entretanto ira. Ira frente a Ucrania -a la fuerza ahorcan- a la que piden devuelva lo prestado en guerra -la razón del préstamo -razón moral- ya no importa-. Ira para con Europa a la que desprecian (nos desestiman, nos tienen en poco, casi no valemos nada) y amartillan con aranceles propios de entreguerras. Ira contra el mundo: tomemos el Canal de Panamá, hagamos de Canadá una colonia y hollemos los glaciares. De nuevo el lebesraum. Ira. Ira. Ira. Nunca el vicio se había concentrado tanto. Trump y Musk aparentan hacer milagros -falsos milagros, siempre implican algo malo- y en esa náusea parece gozarse Abascal -por debajo de la barba le cuelgan como las alas de las urracas-. Cómo puede nadie que apueste por vivir con decoro y dignidad, dispuesto a empeñar su palabra por honor, seguirle la broma a la gran ramera al tiempo que Jerusalén -nuestro Occidente- viene sitiado y presto a ser el festín de los pajarracos. Qué horror y cuánto silencio cómplice. Ya están aquí de nuevo. Han vuelto Hannah. Han vuelto.