Ramón Bello Serrano

Ramón Bello Serrano


Extraño espíritu

22/02/2025

Es como estar asistiendo de nuevo al reparto colonial previo a la Gran Guerra. Trump ha dispuesto de Ucrania precisamente con esa política -la colonial- y ha firmado la entente con el zar de toda Rusia -incluida la provincia ucraniana-. A cambio de la merma de la integridad territorial de Ucrania, Norteamérica se arroga el derecho a la reconstrucción de lo que resta del territorio ucranio y a la explotación de las «tierras raras»             -uranio y titanio para las nuevas tecnologías-. Es el espíritu de un nuevo ambiente. Churchill lo dejó escrito así: «Más bien había un extraño espíritu en el ambiente… se había podido pensar que casi el mundo deseaba sufrir». Europa asiste cariacontecida y muda. El vínculo atlántico es una antigualla -qué decir del artículo 5 de la OTAN que sólo obliga a adoptar «las medidas necesarias» frente al socio agredido; artículo hoy como trampantojo -nadie querrá armarse de modo impopular (especialmente los países del sur) a salvo un gran acuerdo-pero ya no hay líderes como antaño. Dejemos aparte las cuestiones morales -a las que volveré-. La realpolitik -Bismarck ejercitó el resultado práctico- está de vuelta (si es que alguna vez se fue del todo: ¡qué lejos queda hoy la diplomacia de crucero y los tondos y trenzados del doctor Kissinger!) y con ella el apaciguamiento. Los países bálticos -a salvo Finlandia y Polonia- empiezan a soportar un dictado ya antiguo: hay que hacer concesiones a Rusia para evitar la guerra. Cierto que Trump no es Neville Chamberlain -y esa diferencia (no menor) es lo mejor que Trump ofrece en su artimaña inmoral-. Inmoral es -claro- la muerte de miles de patriotas a quienes Putin tildó de nazis: la décimo cuarta División de Granaderos SS -ay-. Inmoral es acordar el nuevo reparto -colonial- sin hablar previamente con Zelenski al que Trump ha vetado como miembro aspirante al pacto defensivo atlántico -la Unión Europea habrá de conformarlo con acuerdos novedosos que excluyan la entrada de Ucrania en nuestra Unión, que constantemente apacigua y apacigua-. Todo esto es inmoral. O quizá no lo sea tanto para un pueblo castigado por la guerra que anhela volver a las pequeñas cosas que hacen del vivir un ejercicio agradable -tomar una ducha caliente; pasear con los hijos por un pequeño jardín; o ir a comprar el pan-. A cambio, Ucrania habrá de vivir como colonia -algo que no dejó de ser nunca (dirán o diremos los bichos de siempre)- y tras asistir a los funerales de Occidente seguiremos percibiendo ese «extraño espíritu en el ambiente» del que habló Churchill.