Ramón Bello Serrano

Ramón Bello Serrano


Lapicero, cruz y piedra

02/12/2023

Las luces de Navidad se abren paso por entre nuestra sensibilidad más íntima - y esa dimensión permanece, de ordinario, sepultada, como si el conmoverse con el otro sea signo débil. Los cronistas de guerra siempre contaban la misma historia: en el frente, atrincheradas las tropas, cantaban canciones navideñas; cada soldado iba, sin proponérselo, más allá: recordaba a sus familias, compartía sus recuerdos argentados; y un impulso extraordinario le llevaba a celebrarlo con los otros - los de la trinchera de enfrente. No sé qué será el espíritu navideño. Pero no debe ir muy lejos de lo que sintieron en el frente. Cada Navidad, quizá sin quererlo, es un recordarse amable.
Hablamos de nuestros padres y abuelos, traemos de vuelta nuestra niñez por siempre inocente y hacemos de nuestra contabilidad anual un ejercicio de indulgencia. Aquéllos soldados en la noche tan cerrada, escondiendo la lumbre del tabaco por miedo a un tiro, preparaban regalos para sus iguales: la mitad de un lapicero afilado, una cruz de leña desbastada, tres piedrecitas para el juego de chinos - lapicero, cruz y piedra, debidamente envueltos; la envoltura es la liturgia del regalo, la piel de la dación al otro, la luz alegórica de nuestro ser bueno (y por ello lo escondemos a lo largo de todo el año, no es prudente aparecerse débil en un mundo trastornado). Cada hebra de luz nos lleva a la luz inmemorial del misterio, a la luz del hombre bueno, al asombro por la vida que nace y al regalo inmediato de los magos. El lapicero, la madera y la piedra, allá en las trincheras y en la guerra, son la mirra y el incienso - y el oro- que todos barajamos y envolvemos, al menos por un día, para recordarnos nuestro fondo y conciencia limpia -al fin el deseo de vivir sencillamente. Las luces de las ciudades ( muy pronto las de la calle ancha) son el trasunto de las luces de la casa familiar y hasta nuestra luz más personal, de dormitorio. Los regalos como tal importan poco - importa el envoltorio, el doblado cuidadoso, el abroche del detalle, la tarjeta manuscrita. Hay gente que dice odiar la Navidad. Pero yo no me lo creo. La mitad de un lápiz afilado, la cruz de madera desbastada y los tres chinarros, son nuestra luz interior que a nadie engañó - ni engaña.