No es lo mismo ver el vaso medio lleno que medio vacío. Es la diferencia entre el optimismo o el pesimismo, aunque la cantidad sea la misma, y también es llevarse una cuestión a su terreno. Nuestros políticos están muy acostumbrados a llevarse el contenido del vaso a su campo y un buen ejemplo lo tuvimos en días pasados con la ministra María Jesús Montero al hablar sobre la mujer del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y su vinculación con el caso Koldo y sobre la pareja de Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, y su denuncia por la Fiscalía por un presunto fraude.
Montero ve el vaso medio vacío al analizar el asunto de la esposa de Sánchez y exigió dejar a los familiares fuera de la pugna política, indicando que «no todo vale». Por contra, la ministra ve el vaso medio lleno en el otro caso al indicar que el asunto «requiere que la presidenta de la Comunidad de Madrid dé explicaciones y actúe con absoluta transparencia», por lo que queda claro que en este caso, el del vaso medio lleno, sí vale todo.
Este caso concreto me trae a la memoria la historia del joven que le confiesa al párroco que es medio tonto porque se lleva los haces de la era del vecino a la de su padre. El sacerdote le dice que por qué no se lleva los de su era a la del vecino y el adolescente le contesta que eso sería ser tonto del todo.
Ahí está el mal de este país, que hay demasiados medio tontos, aunque no hay que irse sólo al Congreso a buscarlos, porque en ocasiones los tenemos más cerca de lo que creemos.