Los fumadores nos quedamos sin hábitat. Muy lejos nos queda a los hijos de la EGB la imagen del maestro dando clase cigarro en mano o la de ver a la gente tan tranquila saboreando un cigarrillo en un hospital. No tanto la de fumar en los centros de trabajo o en los bares, pero todo eso ya forma parte del pasado y ahora toca pensar en el futuro más cercana, que pasa por estrechar el cero a quienes fumamos.
La nueva ministra de Sanidad, Mónica García, se ha puesto manos a la obra para avanzar en el plan antitabaco y sus intenciones son ampliar los espacios libres de humo a las terrazas de los establecimientos hosteleros, a las playas y a los coches en los que viajen menores o embarazadas. La caza del fumador es prioritaria, si usted espera meses y meses para una prueba diagnóstica o para una operación es secundario y, además, sepan que no es competencia del Ministerio, sino de las correspondientes consejerías de la materia que no hacen bien su trabajo.
Lo del tabaco es de estudio. Se trata de un producto adictivo, de venta legal y por el que otro ministerio, el de Hacienda, se lleva el 50%. Hasta ahí no hay ninguna pega, que el afán recaudatorio no tiene límites, pero una vez que usted tiene el paquete de tabaco en la mano pasa a ser poco menos que un apestado. Creo que la ministra se queda corta y en la ampliación del plan antitabaco se debería permitir insultar a los fumadores, en beneficio de la descarga de estrés del insultante, o permitir lanzarles agua desde los balcones (el aceite lo descartamos que está muy caro).
A este paso los fumadores tendremos que salir disfrazados a la calle para que los familiares no sientan vergüenza de tan malvados seres.