Antonio García

Antonio García


Bochorno

15/07/2024

Estamos en pleno julio, cuando además del bochorno climático padecemos el bochorno de las fiestas populares, precedidas o culminadas por el festejo mayor de los sanfermines. Estos días la televisión pública, como el resto de los medios, se ha convertido en voceras de las fiestas, ilustrándonos a diario sobre la calidad de los encierros. «Rápido, masivo, limpio» son algunos de los eufemismos empleados para describir ese paseíllo denigrante, anticipo de una refinada tortura en el coso. Por masivo se refieren a la cantidad, que no a la calidad, de los concurrentes, y por limpio a que no hubo heridos: los heridos vendrán luego y serán los mismos toros, heridos hasta la muerte. Parece que no sea suficiente con la carnicería de la corrida, sino que haya que humillar y aterrorizar previamente a las bestias, rebajarlas de su nobleza en aras de satisfacer a los energúmenos sedientos de emociones fuertes, un punto más irracionales que los cuadrúpedos, aunque a su propagandista máximo le otorgaran la gracia del Nobel. Es difícil sostener la mirada –por eso no miro- sobre este infame espectáculo en que se concitan a la vez la degradación, el maltrato, la machirulidad, la ebriedad y la tortura. Un recordatorio de que bajo nuestra cobertura aparentemente civilizada -¡un país europeo!- todavía late el primate. Quiero creer que dentro de unos cuantos años habrá desaparecido esta estampa tercermundista de nuestras costumbres, y tendrá que ser por presión popular, dado que ningún gobierno –ni aún los progresistas- se atreve a erradicarla. Pero aun cuando se quede en un recuerdo deshonroso, perdurarán las imágenes, las mismas que hoy se jalean, como reminiscencia de nuestra barbarie.