Decíamos ayer -la semana pasada- que iba a recomendar unas cuantas novedades de mi gusto y hoy cumplimos la encomienda, sabedores de que el enjuto espacio de la columna obliga a ser sintéticos. Al servicio de la memoria más reciente, Renacimiento ha publicado dos biografías cuasi polémicas: a la de Juan Benet (El plural es una lata, J. Benito Fernández) se le ha acusado de prolija, por acumular documentación irrelevante, pero para los devotos del escritor eso es un punto a favor. (Aprovechando el tirón, también se leerá la igualmente caudalosa de Sánchez Ferlosio, del mismo biógrafo). La de Francisco Umbral (Manual de instrucciones, de José Besteiro) es un curioso ejercicio de mimetismo en que el estilo del biógrafo se confunde con el del biografiado. Mi último descubrimiento es José Antonio Montano: un florilegio de artículos de dos décadas se recopilan en Zona de confort, trampolín que nos lleva a sus diarios (Oficio pasajero) y a otra recopilación estrictamente literaria: Inspiración para leer. Hablando de diarios, Fractal, de Andrés Trapiello es lectura obligatoria tanto para los ya conocedores del Salón de los pasos perdidos (a los que servirá de refresco), como para los neófitos. En lo narrativo, Rafael Reig en Cualquier cosa pequeña desenmascara a todos los sobrevenidos y artificiales autores de thriller de la actualidad: la suya es una auténtica novela de espías, a la altura de John Le Carré. Y en su brevedad, deslumbran los relatos con segundas de J.Á. González Sainz, Por así decirlo, y la novela Perder el juicio, de Ariana Harwicz, en la que un tema actual (lo que llaman «violencia vicaria») se transfigura en trepidante novela de aventuras on the road.