Antonio García

Antonio García


Tengo un fan

26/08/2024

El escritor de periódicos sospecha que nadie le lee. Cómo va a ser ello posible en medio de tanta competencia, cuando hay más escritores que lectores y los escritores ni siquiera se leen entre ellos. Y aun en el caso de ser leídos, ¿cómo demostrar fehacientemente ese hecho? Cuando solo existía el soporte de papel, la prueba irrebatible era que alguien te manifestara su aprobación o desaprobación en persona, o a través de una carta al director. «Muy bueno el artículo», o «te has pasado», nos decían alguna vez, suficiente aval de que al menos una persona se había interesado por nuestras cosas. Con la digitalización, el lector anónimo y evanescente cobró forma, llegando al extremo de dialogar, apostillar, enmendar y en algún caso hasta insultar al escritor, casi en tiempo real, con lo que la egomanía de este quedaba saciada pues siempre es mejor el insulto que la indiferencia. Y así llegamos al emoticón, un alivio para los perezosos que no tienen tiempo o ganas de desarrollar una opinión por escrito. El neroniano dedito hacia arriba manifiesta conformidad, y el dedito hacia abajo disgusto, sin mayores matizaciones. Stephen King habla del «lector constante», el que no se pierde una sola de sus novelas, y yo ahora puedo presumir, gracias a este sistema de iconos, de que tengo una lectora fiel, la única que al pie de la columna deja la huella de su dedo aprobatorio. También es verdad que mi apreciadísima lectora erige su dedo ante cualquier noticia del periódico, sea económica, taurina, deportiva o catastrófica, y ello me hace sospechar que se trate, si no de un robot, sí de un acto puramente mecánico, lo que no quita para expresarle mi gratitud.