Lo del diseño de este año, del stand de Castilla-La Mancha en Fitur, ha superado las máximas cotas de despropósito conocidas. Que se encierre un supuesto y mínimo escenario principal en una especie de anfiteatro, en el que sólo cabían unas 50 personas, y que no permitían ni la visión, ni una correcta audición, al resto de público y profesionales que estábamos fuera intentando atisbar algo de lo que allí se estaba presentando, es algo a lamentar y denunciar. Sobre todo, sabiendo la millonada que ha costado el invento. La imagen de una región como Castilla-La Mancha, que se quiere abrir más que nunca al exterior, contrasta con una propuesta cerrada, hermética, absurdamente limitada y «sólo para unos cuantos que, además, son de aquí y son siempre los mismos» en lo que se considera como el mayor escaparate del mundo para atraer turismo nacional e internacional. De traca es poco. Llegados a este punto hay que darle importancia a que han sido muchos los ayuntamientos y provincias castellanomanchegas que, haciendo un esfuerzo, se han gastado un pastizal en organizar presentaciones que, gracias este disloque, han conseguido mucha menos visibilidad de la que se supone que iban a conseguir en el muy animado y frecuentado pabellón 7 de Ifema. Precisamente paseando por allí, visitando los stands más próximos, nos encontramos con los de la Comunidad Valencia y Murcia, entre otros. Huelga destacar la inmensa potencia turística de ambas regiones. Y en ellos disfrutamos de vistas 360º, gracias a una disposición abierta de sus espacios expositivos. Desde fuera, cualquiera podía ver y disfrutar de las diferentes actividades de todo tipo que se habían programado y estaban celebrando; muy al contrario que en ese semi ruedo que, sin duda, ha privado a nuestra oferta turística de la difusión esperada. Todo este error garrafal parte de algo que parecía olvidado en lo que el diseño de este tipo de espacios en los que más se prima es que todo esté a la vista. Pero, quizás, querer rizar el rizo nos ha llevado a que una presunta apuesta por la originalidad, mal entendida, nos haya penalizado hasta consecuencias no suficientemente ponderadas. Para el año que viene habría que tener en cuenta - o quizá hasta exigir- que a muchos habitantes de esta santa región nos parece muy bien que se empleen el dinero de nuestros impuestos en promocionar los muchos atractivos de todo tipo que atesora cualquier rincón de Castilla-La Mancha; pero, tirar millones de euros en una aberración por su manifiesta inoperancia, es algo ante lo que alguien debería salir a dar alguna explicación… si es que la tuviese.