Este jueves noche, nuestro Pedro dirá adiós a 35 años ante las cámaras. El hijo de Pedro, el sobrino de Paco, Marino y Enrique; aquellos Piqueras de la alpargatería y cordelería de la comercial calle de Zapateros. Dos maestros de la televisión, como fueron los recordados Hermida y Pilar Miró, le echaron el ojo en 1988 y le colocaron delante de todos los españoles. Cómo olvidarme hoy de aquella tarde previa a su debut en el telediario de TVE, en la que le deseé suerte al vernos en la plaza de toros de las Peñas de San Pedro. Piqueras es un gran aficionado al toreo. Enseguida Pedro se haría con el toro de la televisión. Lo tenía todo: voz, presencia, ritmo y talento. Recuerdo recién aparecido en televisión, asistir juntos al estreno, en Madrid, de la albaceteña Amanece que no es poco y al irnos a cenar, la gente ya pidiéndole autógrafos. También nuestra cercanía con su primera familia política, la de los Parra de la tienda de Blayne, estrechó la amistad. Y luego nos uniría más nuestro común maestro de vida, el embajador Armengod, quien protegió a Piqueras cuando desde Jordania retransmitió la Guerra del Golfo de 1990. Pedro forma parte del mobiliario sentimental de Albacete. Doy fe que cuando la capital o la provincia le han necesitado, Piqueras ha hecho lo posible para que Albacete fuera noticia en sus telediarios. Pedro posee el patrimonio de la inteligencia más auténtica, la sencillez y la bondad. Como buen hijo de La Mancha, es humilde y nunca ha dejado de tocar tierra, por eso sigue paseando por la calle Ancha junto a sus amigos de siempre, como el maestro Juanito Martínez, o el histórico de la radio, Pepe López. Este jueves dice adiós un referente de aquella televisión de siempre, pero creo que los amigos recuperaremos más tiempo a su lado. Querido Pedro, sólo me queda desde esta humilde columna, y en nombre de nuestros lectores, aplaudir tu tiempo al servicio del periodismo y, especialmente, por ser un hijo agradecido de Albacete.