Esta semana arranca el Festival de Albacete en su 67 edición, uno de los más antiguos de España. Pero que año tras año va arrastrando el prestigio que tuvo. Y no es culpa del actual consistorio, ni mucho menos de la concejalía de cultura recién estrenada, sino de los distintos ayuntamientos pasados que han dejado perder la altísima calidad que tuvo, por lo menos, durante sus primeras cuarenta ediciones. Tuve la inmensa suerte de ser testigo durante décadas de su categoría. En su primigenio escenario, el del Parque, en el espacio delantero del Colegio San Fernando, vi a los más grandes cuando se llamaba Festivales de España: Antonio "el bailarín", Jorge Cafrune, Atahualpa Yupanqui, Maria Dolores Pradera, Raphael, Antonio Gades, la Compañía Nacional de Teatro o la del Teatro de la Zarzuela, ballets como el Nacional de Francia o los míticos coros y orquesta del Ejército Ruso. La programación de Albacete era referencia nacional, como también su incomparable escenario natural, el más bello de España, tras la Alhambra o la plaza porticada de Santander. Cuando llegaron los socialistas se decidió erróneamente sacarlos del Parque. Pensarían que era un espacio franquista. Se le cambio el nombre por el de la ciudad y se lo llevaron al edificio ferial del siglo XVIII. Con el tiempo apreciamos el nuevo escenario barroco manchego, pero sobre todo una cuidada programación que lo llenaba de un público entonces ávido de cultura. Ahí vimos a George Moustaki, Maria del Mar Bonet, Manolo Sanlúcar, Camarón, Aute, Alberto Cortez, El Brujo, Lole y Manuel, Marsillach, Rivelles, Pablo Milanés, Serrat. La dejadez habitual ha terminado por apuntillar este prestigioso Festival. Del deterioro alcanzado da buena cuenta la programación de este año. Ahí está la presencia de Los Morancos o Taburete. En aquellos años dorados a nadie se le hubiera ocurrido anunciar a Esteso o a Fórmula V. Como le ocurre a la querida Corrida de Asprona, el Festival ha tocado fondo. Ambas historias, que fueron brillantes, hoy se arrastran. A lo mejor es momento de llamar, para una y otro, al puntillero.