Antonio García

Antonio García


Lodazal

10/06/2024

Sin pretenderlo, el líder de los socialistas andaluces hizo en campaña una buena definición de la política española: «Por cada palada de fango, un puñado de votos». Posiblemente el pelota de Sánchez quiso significar que los ataques de la derecha (el fango) beneficiarían los intereses del gobierno, pero aplicando la propiedad simétrica a su frase nos queda que cada puñado de votos es una paletada de fango, y con ello ya está descrita nuestra democracia: un lodazal en el que burbujean políticos corruptos, tontos y gazmoños. Estamos enfangados. Cuando escribo esto ignoro los resultados de las elecciones, es decir, qué proporción de fango vamos a enviar a Europa, aunque intuyo -sin mojarme demasiado- que el vencedor habrá sido uno de los partidos mayoritarios. Lo que no ignoro es que cada uno de esos votos irá impregnado de un poco de roña, de uno u otro tinte. Hemos olvidado que en el juego democrático hay más alternativas que la de favorecer siempre lo malo conocido. Eliminada la abstención, las más acomodaticia de todas que puede traducirse en indiferencia (y en el caso de las estas elecciones habrá demostrado que Europa nos importa más bien poco), nos queda la del voto inútil, destinado a aquellos que por falta de oportunidades aún no han entrado en la arena de lodo. La menos recurrida de todas, la del voto en blanco en su sentido literal, sería sin embargo la única que contribuiría a hacer limpieza: ese voto inmaculado, en su pureza, haría resaltar, por contraste, la inmundicia de los candidatos, y como voto de castigo les enviaría el mensaje de que si no se limpian la mugre no volverán a tener una segunda oportunidad sobre la tierra.

ARCHIVADO EN: Política, Democracia