Fernando Alfaro no es Ángel Turbio, pero se le parece mucho. En su primera incursión, en formato largo y por encargo, en el mundo de la literatura, el genio albaceteño vuelca las letras de sus canciones -desde Surfin Bichos, hasta su propuesta en solitario, pasando por Chucho- en un libro, con doble vertiente expresiva y recopilatoria, que encantará a los que aman su imaginario musical y literario y, como gran virtud, se dejará leer por el resto de los mortales. Alfaro hace lo de siempre y mejor se le da, sacarse las entrañas -léase, recuerdos, ensoñaciones, deseos, pesadillas y visiones- y tras posarlas -frescas, desafiantes y brillantes- enfrente nuestro, confeccionar con ellas una historia -cuasi autobiográfica- en la que realmente poco importa lo que es realidad y lo que no. Y así surgen 14 capítulos novelados que se pueden, o deben, leer en perfecta sincronía con las magníficas canciones seleccionadas -presentes en los 14 siguientes- que las han alumbrado, para que la experiencia sea total, excelente. De esta manera, Alfaro da lugar a su particular Niebla en una unamunización -ahí es nada- de su discurso atormentado, atemporal y necesariamente anónimo en la localización de sus personajes y espacios, que consigue transportar -a un tiempo como congelado- a algunos privilegiados -por ser militantes de la causa- y entretener sin más, que no es poco, al resto. Lo que vamos a encontrar en Mundo Turbio es un relato punk, desde lo descarnado y sincero de lo que se narra. Sin ambages, ni disimulos; bien de arrugas y ácidas resacas. Ángel o Fernando, lo mismo da, nos sumergen en el infrahistoria en la que se habla -desde la intensidad de un costumbrismo alfariano que arrastra al lector en su caída hacia no se sabe dónde- de religión, sexo, drogas, delincuencia y, claro, rock & roll. Y el parto no desprende dolor, todo el proceso de escritura parece haber fluido contra todo pronóstico; quizá ayudado por el buen momento personal por el que atraviesa el autor. Curiosamente, y por ello, y a pesar de lo crudo y explícito del relato, su lectura exhala más esperanza que amenaza y es que la distancia entre Fernando y su particular Ángel ahora es grande, casi infinita. Cuando uno posee la mente de un monstruo se debe de atrever con todo. Ya sabíamos que Alfaro era uno de los letristas más originales, talentosos y necesarios del rock nacional y eso le ha ayudado a salir más que airoso de una aventura inédita de la que debe de sentirse satisfecho. Sabe bien que viviendo el peligro vivirá más, y mejor.