Cuando las barbas de tu vecino veas cortar pon las tuyas a remojar. El vecino no es otro que Francia y por esa influencia de la cercanía vecinal estamos todos por aquí tan pendientes de lo que ocurre en las elecciones francesas y a la espera de una segunda y definitiva vuelta a la que se llega con la extrema derecha cercando y casi acariciando el poder y, sobre todo, observando cómo los politólogos estudian la situación tratando de traducir el panorama francés al escenario del vecindario político español. Comparación, en suma, de dos cuadros de muy distinto color y diferente paisaje, por mucho que algunos quieran realzar más las concurrencias que las diferencias. Pero no es igual, aunque algunos lo sueñen aún existen diferentes circunstancias a cada lado de los Pirineos.
La principal diferencia es que la ultraderecha francesa ganó de forma arrolladora la cita electoral del pasado domingo. La victoria clara y contundente en las legislativas del partido de Marine Le Pen le lleva a las puertas del Elíseo parisino, mientras que la ultraderecha española aún está muy lejos de la sede madrileña de la Moncloa. Es evidente y preocupante el auge de las derechas ultras y sus tendencias al alza tanto en Europa como en España, pero en el caso concreto de nuestro país, al contrario que en Francia, el voto democrático aún sigue frenando la inquietante escalada, la cuestión es saber hasta cuando, pero a día de hoy, más que remojar las barbas, lo que se debería convertir en prioridad política española es acentuar una acción generadora de relanzamiento de los valores democráticos y no dejarlos como objetivo de aprovechamiento y utilización de los antidemócratas.