En medio del debate del Borbón versus Revilla, el contraste de opiniones sobre las fotos en bikini de la guardiamarina De Borbón Ortiz y la estrafalaria carrera de decisiones políticas y económicas de Trump, es relevante que en medio centenar de ciudades españolas varios miles de ciudadanos decidieran el pasado fin de semana salir a las calles y manifestar sus reivindicaciones sobre el que sin duda es hoy uno de los más graves problemas que afectan a los vecinos de este país: la vivienda. Quizás en estos momentos el gran problema que acosa y derriba a una gran parte de nuestra sociedad.
La carestía de viviendas dignas, la escasez de ellas o los desorbitados precios del parque de viviendas actualmente existente, tanto de alquiler como no digamos ya para su adquisición, coartan las posibilidades de organizar sus vidas a millones de familias e impiden sobre todo a sectores jóvenes de la población adecuarse a un mercado inalcanzable para ellos. La vivienda hoy martiriza el presente de esos tramos enfrentados a condiciones inaccesibles para sus posibilidades y convierten la situación en angustioso futuro para su mañana. La realidad de la vivienda en este país, por más que se trate de un derecho constitucional, es una quimera para una buena parte de esos ciudadanos que la necesitan. Y todo ello como consecuencia de muchos años en los que han imperado unos intereses económicos por los que muchos se han enriquecido mientras otros se han empobrecido sólo por el justo hecho de intentar acceder a una vivienda, mientras las administraciones han carecido de la implantación de políticas capaces de frenar a los especuladores y garantizar al ciudadano sus derechos.