Este 2023 que acabamos de finiquitar pasará a la historia con un nombre propio y no puede ser otro que el de Pedro Sánchez. Y no sólo por asuntos capitales, ya ampliamente conocidos como son la amnistía en beneficio de los indepes catalanes, entre otros. Hay algo de lo que se habla menos y que afecta muy negativamente a millones de españoles y es su obsesión por acabar por la clase media nacional en beneficio directo de sectores sociales más sensibles en general y, en particular, a su influjo político. Sánchez lleva tiempo apelando a una clase media trabajadora en sus discursos. Olvida que todos los que son medianía son obreros, según la propia definición del término y esa 'O' que aún luce el nombre de su partido. Pero para el presidente del Gobierno sólo son los que, por determinadas cuestiones de méritos o coyuntura laboral, se adscriben al mileurismo o similar. Y es en España todos los currantes que un buen día soñaron con un futuro mejor, se aventuraron en su búsqueda y lo consiguieron para sus negocios y familias, ya no son su público objetivo. Ya no les interesan, ya no son de los suyos. Olvida el líder socialista que se puede ser un emprendedor emergente y exitoso y abrazar al progresismo. Y no sólo lo desprecia, sino que, además, lo castiga. La persecución que sufre toda esa clase media trabajadora que gana más de lo que marca el salario mínimo interprofesional es insoportable, rayano en lo salvaje. Sánchez tiene claro que, ahora más que nunca, debe de conservar el voto de las clases más descalzas al precio que sea y que eso lo deben de financiar esos que, con su trabajo, ilusión y empeño, han conseguido acceder a una realidad mejor. En un 2023 en el que la polarización ha sido una de las palabras más empleadas por propios y extraños, el presidente del Gobierno de España lo ha llevado hasta el extremo, provocando que miles de esos exsimpatizantes socialistas, que creyeron en ese liberalismo suave, social y controlado, que proponían desde Ferraz, hayan visto cómo han pasado a ser perseguidos por haber cometido el delito de imaginar un porvenir más halagüeño para los que, realmente, se lo buscan. Y es que una cosa es pagar altos impuestos y que con ellos se ayude a los que más lo necesitan, que en eso estamos todos de acuerdo, y otra muy diferente es estrangular a lo que generan laboro y riqueza, entendiendo que son dueños de un voto perdido para el PSOE en favor de la derecha. De mal en Sánchez.