Ramón Bello Serrano

Ramón Bello Serrano


Palabras de ida y vuelta

18/01/2025

Uno no se da cuenta (o quizá solo un poco) de que las palabras van en busca de las palabras. Puede uno hablar con otro u otros, incluso hablar solo (grande y solícita farmacia) y hasta en tornavoz y, en cualquier caso, ya las palabras buscan otras palabras, inician un viaje arriesgado (mejor callar; mejor callar, siempre) y resulta difícil -quizá imposible- embridarlas de nuevo. Viajar es riesgo. Cunqueiro nos recuerda a <<aquél O'Muhga, que hizo extrañas navegaciones y siempre supo regresar, porque sacaba de su boca palabras en forma de bolas de colores, las dejaba sobre las olas y, cuando hacía el viaje de vuelta, las recogía y convirtiéndolas en palabras las volvía a su boca>>. En este caso se confunde la <<extraña navegación>> (riesgo doblado de riesgo) y las palabras como derrota y rumbo de toda aventura vital. Las palabras son peligrosas. Tenemos el alto ejemplo de la metáfora -Fernando del Paso lo escribió admirablemente: <<el amor puede nacer de una sola metáfora>>. Los sonidos no duran para siempre, pero van decayendo, de modo imperceptible, hasta que se desvanecen -al menos para nuestra frecuencia; tengo para mí que en frecuencias ajenas a nuestra audición, al menos las más bellas palabras permanecen ya por y para siempre; y que hay palabras que uno ha dicho en un instante fatal que es imposible borrar. Lady Macbeth no podría recoger las palabras como nuestro O'Muhga; Macbeth, a la espera de "ángeles con lengua de clarín", recibe así de Lady Macbeth: <<Ven deprisa, / que yo vierta mi espíritu en tu oído / y derribe con el brío de mi lengua / lo que te frena ante el círculo de oro>>. Las palabras no tienen retorno. Parecen criaturas nacidas de un momento y que van adornándose a cada momento, ya no sólo por el viaje mismo, también por la alteridad del otro u otros. Nuestra palabra podría desvanecerse, pero el desvanecimiento habría de retardarse por el hablar de otro, de tal suerte que el equipaje que acompaña a nuestro dicho, sería como un continuo, ahora extraña navegación, y resultase imposible recogerlas, las palabras, ya no tal como se dijeron, ni siquiera acrecidas o violentadas por otro u otros. La excepción -claro- la dirá San Juan, pues no sólo atestigua que <<acampó entre nosotros>> -la Palabra- sino que es capaz de interpretarla: <<Este era del que yo dije: El que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo>>. Las palabras son importantes -y tienen imperio propio; no hacen acepción de personas-. Por eso el honor es empeñado en la palabra -pese a estos tiempos ajenos al talento fabulador de la gramática.

ARCHIVADO EN: Albacete, Farmacia