Ramón Bello Serrano

Ramón Bello Serrano


Humillado y culpable

29/03/2025

Hay ocasiones en la vida -al menos en la del hombre corriente- en que favorece o presta ayuda desinteresada a otro hombre. Es difícil ahondar en la naturaleza de ese hacer             -otra cosa es el ucase de Mateo cuando prescribe «que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha»- o en cómo remueve al hombre que ayuda en una situación dificilísima para con el otro. Es una remoción de obstáculos morales que nace -quizá- de su humillación secreta. Escribo esto por experiencia propia -y la singularidad de haber pasado hace bien poco el trance (prestar ayuda) dirá poco de mí: si es singular define mi cortedad o cicatería moral para con el prójimo-. Hay -y creo que un consenso pleno- como una liberación personal cuando se presta ayuda (ayuda de verdad) a otro hombre: desaparece la desdicha y hay un renacer secreto. Me importa -ahora- el inicio de ese hacer. Balzac creyó que su mejor novela era Serafita -una novela que hoy no lee nadie; como Cervantes habló de su gran novela bizantina, el Persiles, sujeta a la misma vara de medir-. En un momento de trascendencia Balzac escribe: «…y sintió el peso de sus culpas al medir la magnitud de su humillación secreta». Es, entonces, cuando el hombre humillado y culpable -algo que lleva en secreto- tras medir el peso de su culpa, libera, en cierto modo, al ayudar al otro -pero bajo el deber de la prescripción de Mateo-. Culpa y humillación son conceptos que el hombre moderno ha desterrado por siempre como rémoras de un credo religioso intolerante. Pero yo no lo creo. No se puede -ni se debe- ahogar el malestar por haber derivado un daño a sí mismo o a otro. Y humillarse o despreciarse uno mismo no es más que aceptar que puede -y debe- recuperar su aprecio. En Serafita Balzac habla de una «prisión moral». La moral como observancia de reglas impuestas por la sociedad aprisiona al hombre corriente en su ánimo de prestar ayuda decisiva a otro  -de ahí que el secreto del hacer atesore una liberación personal y plural-. Hace unos días, cuando verdaderamente ayudé a otro, me pareció que llegaba yo para mostrar la ruina de mis desiertos, en medio de las tinieblas de mi vida moral, recién llegado de disputas, huyendo del espionaje del resto. La ciencia proclama que la bondad nos hace más saludables -nos hace vivir más y mejor-. Pero no necesito un hombre de ciencia para saberlo de largo.

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