Eloy M. Cebrián

Eloy M. Cebrián


La niña 100.000

11/10/2024

Hoy me he acordado del nacimiento de la albaceteña número 100.000, una niña que vino al mundo a finales de los 70. Fue un acontecimiento que se celebró por todo lo alto, pues lo de rebasar aquella barrera demográfica nos restaba algo de provincianismo y nos permitía elevar la vista hacia el futuro con cierta confianza. En el fondo, seguíamos siendo ese obstáculo con el que los madrileños se topaban en sus idas y venidas a la costa, esa anécdota geográfica de la que sólo se recordaba el fastidio de los semáforos de la circunvalación. Y, aun así, la mágica cifra nos hacía sentirnos importantes con respecto a otras capitalejas manchegas, porque nada levanta más el ánimo que tener vecinos más pobres y pequeños a los que poder mirar por encima del hombro. Transcurrido casi medio siglo, 75.000 nuevos habitantes se han sumado a las filas de conciudadanos, y aquella niña se habrá convertido en una señora que se acerca a la quinta década de su vida, y que seguramente guarde en su álbum, junto a las fotos de su bautizo, recortes de prensa de los festejos que se organizaron para celebrar su nacimiento. A veces me da por evocar aquel Albacete de finales de los 70, y no puedo reprimir la sensación de que la ciudad de entonces no era en absoluto más pequeña que la ciudad de ahora. Yo, que era un niño de la zona centro, a veces me aventuraba por los barrios periféricos, junto con mis compañeros de colegio, y siempre me maravillaba de aquel universo misterioso de afueras y arrabales, de casas bajas con corrales y calles sin asfaltar. Ese contraste, junto con mi falta de experiencia en la vida, me hacía ver esta ciudad como un sitio vasto y rico en lejanías. Hoy, en cambio, no veo variedad alguna en esta ciudad despersonalizada y clónica en la que, a buen seguro, la niña 100.000 debe de sentirse irremediablemente anónima.

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