Eloy M. Cebrián

Eloy M. Cebrián


Los huevos de Colón

18/10/2024

El sábado pasado, Día de la Hispanidad, fue la fecha elegida por TVE para estrenar un documental sobre el origen de Cristóbal Colón. Se nos había dicho que al final se revelaría el gran secreto, aunque la cosa olía a chamusquina desde lejos. Se trataba de una especie de reality show en el que un médico forense con hambre de cámara se dedicaba a refutar una serie de teorías, a cuál más rebuscada, y de paso a los señores que se las habían sacado de la manga. El fatigado ADN del almirante (sus huesos se conservan en la catedral de Sevilla) desbarataba las hipótesis de que Colón fuera portugués, gallego, mallorquín, navarro, sobrino de Fernando el Católico, excorsario o excomponente del grupo Loco Mía. Pero lo más divertido era observar la cara que se les iba quedando a los padres de una u otra teoría conforme el forense les comunicaba que, conforme a la expresión dominicana, habían «puesto un huevo», como si lo que el ADN hiciera fuera adjudicarles la paternidad de algún torero o de algún Borbón. Bien habría podido el forense decírselo en privado, pero entonces ¿qué habría sido del suspense y del morbo de ver cómo el prójimo hace el ridículo? Lo que no se refutaba es lo que siempre se nos ha dicho, es decir, que lo más probable es que Colón fuera genovés. Se decía que seguramente procedía del arco mediterráneo y que su origen podría haber sido judío (lo que valdría para Colón pero también para mí y para muchos otros). Y puesto que en Génova apenas había judíos en el siglo XV, había que descartarlo como genovés. En cuanto a rigor científico, esto me recuerda a la teoría de una señora canaria que, en mi infancia, afirmaba que Colón era una mujer porque las estatuas lo mostraban con melenita y leotardos mientras señalaba hacia el Nuevo Mundo.