Es imposible hacerlo peor, también en el deporte y en este caso en la disciplina más seguida como es el fútbol cayendo en la indiscutible torpeza de elegir a un presidente de la Federación Española que está bajo la lupa de la Justicia y bajo las sospechas de presunta corrupción. Sí, en estos momentos del país, donde la corrupción es el pan nuestro de cada día de la actualidad, llegan los sabios senadores de la asamblea general de la Real Federación Española de Fútbol y eligen en su votación a Rafael Louzán que está inhabilitado para ejercer cargo público por prevaricación tras su paso como dirigente del PP gallego y en su etapa como presidente de la Diputación Provincial de Pontevedra. Louzán ha marcado el gol de ser el más votado en la asamblea, pero antes de subir al marcador la jugada está en revisión por un más que probable fuera de juego que sólo el VAR del Tribunal Supremo dictaminará de forma definitiva en un par de meses. Dicen.
Resulta difícilmente explicable que entre los posibles candidatos elegibles a presidir la Real Federación Española de Fútbol no exista otro candidato mejor que un presunto corrupto condenado en primera instancia y pendiente de una inhabilitación que flota en el ambiente y mantiene el recelo que se cierne sobre un cargo por el que han pasado personajes como Villar, que dio con sus huesos en la cárcel; Rocha, también inhabilitado en su día, o el inefable Rubiales, tras el escándalo del mundial femenino y todavía pendiente de decisiones judiciales de su estrafalaria gestión y quién sabe si algo más desde el punto de vista delictivo. De momento, y hasta febrero, el VAR de la justicia siguirá estudiando el fuera de juego.