Al escritor Juan José Millás, que tiene un peculiar y particularísimo sentido de la observación, las urnas que se utilizan en los colegios electorales le recuerdan esas peceras que antaño había en numerosos hogares y en donde se depositaban pececillos de todos los colores y de las más variadas especies. Este pasado domingo, con las Elecciones Europeas, las urnas-peceras han vuelto a ocupar su papel ornamental y a ellas han ido fluyendo los sobres con votos del cansado paisanaje español que no las ha llenado precisamente, a tenor de la abstención registrada, pero en las que sí ha llamado la atención la gran diversidad de curiosos tipos de peces-voto que han aparecido. Y especialmente el llamativo voto alcanzado por la denominada formación Se Acabó la Fiesta.
Se Acabó la Fiesta es un voto extravagante que sólo se explica en elecciones como las europeas -recordemos en su día el caso de Ruiz Mateos- y que sólo se concibe entre un electorado cabreado y que se considera burlado por una clase política a la que responde con otra burla llegada la ocasión. Eso es así, sin duda, pero conviene no menospreciar los hechos y mucho menos votos cuando abundan tanto en la pecera. Una agrupación política tan extraña como su propio líder, el tal Alvise, que a las primeras de cambio suma 800.000 votos, que para nada es una cifra anecdótica y se convierte, por ejemplo, en la cuarta fuerza política en Castilla-La Mancha, ridiculizando resultados de Sumar o Podemos, y mutando a Ciudadanos en una especie ya en extinción, no es para tomárselo a broma. Asistimos al nacimiento de Se Acabó la Fiesta, pero la sensación evidente es que otra fiesta empieza ahora para algunos.