Comenzó como un juego, un divertimento que empezaba a seducir a los mayores y a abducir a los más jóvenes; en tiempo récord la presencia dominante de la que  llamamos la red ha cambiado el mundo, ha enajenado la comunicación y se ha puesto al frente de la sociedad global como jamás habíamos imaginado hace unos años hasta atraparnos de forma inmisericorde. Engullidos por la maraña de la red, la sociedad actual se perfila y diseña bajo un conocimiento de la actualidad y con consecuencias totalmente supeditadas a las tendencias, las modas y los hechos que nos doblegan a los intereses de quienes las controlan, para lo bueno y lo malo, para lo verdadero y para lo falso. Con las redes ha llegado el cambio que caracterizará en la historia de la humanidad al siglo XXI, marcando las fronteras que señalizarán la evolución de los tiempos; y estos que nos ha tocado vivir, afrontarán los retos a los que siempre estuvo sujeto cada avance y evolución en todo tiempo y época, según su implantación en la sociedad o su utilización por la humanidad que dispuso de ellos.
La red en la que estamos atrapados ya ha tenido tiempo para demostrarnos su peor cara, estos días ha sido muy comentada la frase de Anne Marie Hidalgo con la que la alcaldesa de París, de origen español, ha explicado sus razones para abandonar la red social Twitter, ahora denominada X, y lo ha hecho definiendo esa red como «un arma de destrucción masiva de la democracia». Una durísima sentencia que nos empuja a una necesaria reflexión cuando es evidente que hoy por hoy, sin descartar su lado positivo, las redes sociales nos han atrapado en una peligrosa malla de odios, crispaciones y mentiras.