Seguramente muchos conocéis la metáfora del pájaro y la rama. Cuenta aquello de que un pájaro posado en una rama jamás siente el temor de que la rama se rompa porque la confianza la deposita en sus alas y no en la rama. Cada uno de nosotros somos esos pájaros y la vida es la rama sobre la que nos colocamos. No deberíamos desperdiciar nuestra vida invirtiendo demasiado tiempo en pensar sobre qué rama aterrizar porque mientras la vida fluye y no se detiene. Quizá demasiadas veces dejamos escapar trenes por miedo a que no sean los que nos lleven a destinos seguros, o renunciamos a proyectos por no tener absolutamente controlado el trazado y no, no es una oda al atrevimiento o a enfundarse el traje de kamikaze, es simplemente una humilde reflexión acerca del lienzo en blanco que es la vida y que no podemos pretender hallar el momento ideal para aventurarnos porque, sencillamente, el momento ideal no existe.
La vida es movimiento, es cambio constante, no existe la seguridad absoluta y cada decisión conlleva un riesgo, pero también una o mil oportunidades y es fundamental estar activo, vivo, dinámico.
Claro que naufragarás, que tendrás caídas, que habrá días oscuros y tempestades adversas. Por supuesto que te enfrentarás a contratiempos, a vientos huracanados, a portazos en la cara y a puñaladas del destino, pero es que todo eso ha de existir para que puedas conseguir tus metas después de un camino largo. Si permaneces estático serás un observador seguro, si, seguro, pero un mero observador de tu propia vida.