Elena Serrallé

Elena Serrallé


Amiga mía

11/12/2024

Me llama poderosamente la atención la ligereza con la que solemos usar el término «amistad». Entiendo que en muchas de esas ocasiones infravaloramos ese concepto que, desde mi humilde opinión, es uno de los más sagrados, tanto, que se debería escribir (y pronunciar) siempre en mayúsculas.
El significado de la amistad ha de reunir determinadas condiciones que, si no se cumplen de manera simultánea, será cualquier cosa menos una amistad. Quizá una ilusión óptica, quizá una palabra hueca, quizá un espejismo tramposo.
Un verdadero amigo te dice siempre, y digo siempre, la verdad, aunque duela, aunque desgarre, aunque se trate de un disparo certero al corazón o un dardo al orgullo. El verdadero amigo es valiente para no andarse con rodeos o indirectas. No pierde el tiempo, no suaviza aun a riesgo de resultar incómodo.
Un verdadero amigo está, sin más. A veces en silencio, a veces para abrazar, otras para brindar su hombro. En ocasiones para celebrar tus momentos más importantes, en otras para acompañarte en tus días más grises, simplemente está. Incondicional. De guardia permanente.
 Un verdadero amigo conoce tus secretos, tus miedos, tus miserias, los rincones de tu alma, tus puntos débiles y tus virtudes más poderosas. Es sabedor de tus metas, y te impulsa. Es conocedor de tus proyectos y tus retos, y te anima.
Un verdadero amigo te defiende, te cuida, te aconseja y te quiere, incluso en aquellos momentos en que ni tú misma lo haces.
Y ahora, ¿tienes tantos amigos como dices?

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