¿Es un mecanismo de defensa personal que yo me he forjado o en general nos pasa a todas? Me explico, ¿soy la única que no mira cuando alguien se dirige a mí llamándome «señora»? Madre mía, si es que en breve comienza mi cuenta atrás para dar la vuelta al jamón.
¿Y ahora, qué hay que hacer? Esto se avisa, hombre, que me he despistado un poquito y me he encontrado con el marrón de una. ¿Me tengo que quitar los vaqueros y ponerme un pantalón de pinzas? ¿Debo sustituir el rojo vivo de mi barra de labios por el rosita pastel muy difuminado? Y cuando vaya a El Corte Inglés, ¿a qué planta me dirijo? ¿Y cuál es mi bar en la zona? Bueno, eso es fácil, allí donde suene algo intermedio entre Quevedo y El Consorcio. Esto es un caos.
Si es que ni me he enterado. Me debí empezar a mosquear cuando comencé a tener recuerdos de hace más de 40 años. ¿Cómo estará Espinete? Viejuno seguro, con poco se ha muerto. ¿Y Maya, el osito Misha, David el gnomo, Dartacán? Todos jubilados, bueno David nació ya jubilado.
Si yo creo que no he madurado. Si aún tengo planeado lo que quiero ser de mayor.
Que no, que no miro hacia atrás, que miro sólo hacia delante... pero qué voy a mirar ¡si no veo un pimiento! Esto será la presbicia esa que dicen. Me he estado autoengañando pensando que las canas eran herencia de mi padre y lo que pasa es que tengo más años que un bancal.
Pero lo tengo claro, aunque me griten «señora» para avisarme de que se me caído un billete de 50 (vaya, el subconsciente me ha traicionado) euros, yo no pienso darme por aludida.