Este miércoles, los antiguos Salesianos recordaremos a Don Bosco. Hubo un tiempo en que, a la entrada de Albacete por la carretera de Madrid y frente a una imponente fábrica cervecera de El Águila, se ubicaba el señorial Colegio Salesiano. En el lugar que estuvo la cervecera hoy se levanta un bloque de edificios tan impersonal como el propio edificio sede de Justicia construido sobre el solar donde estuvieron los Salesianos. Nadie paró ni el derribo de la fábrica ni el del edificio colegial. Al colegio, de la noche a la mañana le quitaron la protección urbanística municipal que lo blindaba, para levantar allí la modernísima sede de Justicia. Nadie quiso luchar por preservarlo, creando un centro residencial de alto rendimiento deportivo de Castilla-La Mancha. Frente a lo que fue el Colegio Salesiano ahora se levanta un nuevo barrio de viviendas y una extensa área comercial a la americana. Ambos son reflejo de esta sociedad actual, tan fría como despersonalizada. En aquel colegio de los Salesianos, entonces propiedad de la Diputación, reinó un modelo de educación humanista cristiana con un sentido y fin social que fue único mientras lo dejaron ser, pues en sus patios y aulas nos mezclábamos en armonía todas las clases sociales de aquel Albacete. El carisma de Don Bosco lo presidió todo, como un trasunto de aquella La sociedad de la alegría que el santo turinés fundó siendo niño y en la que existían sólo tres reglas. Primero, vivir en permanente alegría: segundo, no realizar ninguna acción de la que se pudiera sentir avergonzado como cristiano; y tercero, el cumplimiento estricto de los deberes escolares. Esta Navidad llamé a don Francisco Ortí, director que fue del Colegio Salesiano y luego de la parroquia del barrio de San Pablo. Le pregunté por aquellos Salesianos de nuestros años colegiales, como Pedro Linares, José Gascó, Francisco Soler, Antonio Greses o José Luis Ramos, el entrañable Luises. Todos, ya mayores, recuerdan con entrañable emoción su paso por Albacete. Entre aquellas paredes, que hoy por desgracia sólo se levantan en nuestro recuerdo, los Salesianos de Albacete crearon la sociedad de la alegría a la que pertenecemos centenares de albacetenses. Y se nos nota.