In memoriam, José Alarcón
Ahí sigue en el cajón de la desesperanza y de la vergüenza el tramo de Albacete de la autovía A-32. Este fin de semana, paseando por Milán, mi mujer y yo hablamos de ello con un torero con la personalidad del linarense Curro Díaz y con su paisano, el buen psicólogo, Paco Liébana, marido de la ganadera salmantina, leyenda del campo charro, Pilar Majeroni Sánchez-Cobaleda. La A-32, también? denominada autovía Linares-Albacete o autovía Andrés de Vandelvira, debería comunicar desde hace 30 años Bailén y Albacete, permitiendo la conexión directa por autovía entre Andalucía, Valencia, Madrid, Murcia y Cataluña a través de la ciudad de Albacete. Pero más de 100 kilómetros quedan por construirse de la autovía desde Villanueva del Arzobispo hasta nuestro Albacete. Aquí todos los diputados y senadores cuando están en la oposición al Gobierno de España se acuerdan de ella y cuando gobiernan miran para otro lado como aquel poste humano de don Tancredo. Hace unos días hablé de ello con el diputado socialista Emilio Sáez y sé de las intervenciones parlamentarias populares de la diputada Carmen Navarro o del senador Bermúdez. Es inexplicable que en 30 años no se haya finalizado. Algo tiene de maldito nuestros proyectos con la hermana Jaén y la prima hermana Andalucía que se nos atascan o fracasan. Qué decir de aquel ahora proyecto ferroviario Baeza-Utiel de los años 20 del siglo pasado, uno de los grandes ejes estratégicos del general Primo de Rivera, al que Franco dio la puntilla, dejando al aire vías, estaciones y túneles por el que ahora corren en verde esos reconvertidos ciclistas. Albacete, esa ciudad y provincia que fue antes nudo privilegiado de comunicaciones, y ahora sólo es punto de paso o parada . Qué razón llevaba en su denuncia el recordado Miguel Panadero Moya. Señores representantes de Albacete en Madrid y en Toledo, ustedes deben dar un golpe contundente en la mesa de Madrid, ahora del ministro Puente, y reivindicar que finalice este tramo de la vergüenza. Olvídense de su carné político y trabajen sólo por Albacete. Y uno espera que su ciudad, su Albacete, despierte de una vez de esa anestesia frente a lo importante en la que está sumida.