Nos vendieron que el encuentro fue casual, que surgió de sopetón, sin nada preparado. Falso. El famoso corrillo que reunió en Fitur a Page con tres equivalentes suyos del PP fue algo que se fue organizando, durante semanas, por parte de sus gabinetes de protocolo y prensa. En dicha puesta en escena tenía que estar todo muy medido, casi milimétrico. La posición de cada presidente en la dramaturgia, sus chascarrillos, las reacciones de ante lo escuchado, los gestos cariñosos y las miradas cómplices. Absolutamente todo. En la política moderna nada se deja al azar. Y visto el nerviosismo y la intensidad con la que se empleó, en Ifema, el equipo de protocolo y comunicación del presidente de Castilla-La Mancha al asunto se le estaba dando una importancia máxima, casi definitiva. Y es que el órdago final del presidente ante su jefe Sánchez estaba en juego. Situar a su partido, que aún lo es, en el extrarradio de la Constitución es algo que no debía de quedarse sin respuesta, como así pasó. Hasta el momento desde Ferraz no se había contestado las ya permanentes críticas que desde Fuensalida se han estado profiriendo desde que Page decidió que quería ser presidente del Gobierno de España y que, ahora, con la ocasión perfecta que ha derivado de esa malnacida Ley de Amnistía ya gozan de las simpatías de algunos afiliados y simpatizantes del PSOE y de todos los del PP y, sobre todo, de Vox. Y sabemos que los contraataques, inmediatos y contundentes, de pesos pesados gubernamentales es algo que Page no se esperaba, al menos tan directos a su yugular política. Tanto que al día siguiente tuvo que plegar velas. Entre la nómina de contestaciones dolidas y despechadas, echamos de menos la del propio presidente, que prefirió lanzar a sus segundos antes de enfrentarse a cara de perro con el único líder socialista que goza de mayoría absoluta en esta España de 2024, quizá fue por esto. Tampoco sabemos qué piensa Bono -con el que dicen que Page habla todos los días- de esta deriva. A lo mejor es porque el díscolo político toledano cuenta con más apoyos, en las tripas del PSOE, de lo que nadie puede suponer. Llegados a este punto a Page sólo le quedan dos salidas: forzar ese golpe de partido que lo pueda convertir en dueño y señor de Ferraz o salirse del mismo, antes de que lo echen, para intentar sobrevivir políticamente sin el gigante y confortable paraguas de las siglas socialistas. Pues eso, el corrillo.