Los gustos son tan variados como personas haya para dar su opinión. Por ejemplo, con la carne todo el mundo tiene el suyo y a muchos les gusta al punto, pero también están los que la prefieren menos o más hecha, porque lo importante es que quien la deguste lo haga de la manera más placentera. Es como al que le gustaba tomar el vino con gaseosa y cuando se la ponía a un buen vino los otros comensales se lo recriminaban, a lo que el contestaba que su mezcla le estaba mejor con un buen vino.
Este viaje culinario me conduce a las protestas de los agricultores y al análisis de si sus actuaciones, como la carne, están al punto, se quedan cortas o se pasan ante los clientes, que en este caso son los ciudadanos. Como punto de partida, la mayoría de la población apoya sus reivindicaciones, ya sea por convicción o por interés, porque no hay que olvidar que el consumidor es el que, al final de la cadena, paga.
Las peticiones de los agricultores son lícitas, porque, simplificando la cuestión, lo que piden es el mismo trato que el de otros productores de otros países que venden en la Unión Europea y tienen menos exigencias, ya que tienen un coste, que reciban un pago justo por sus productos y que la diferencia entre los que a ellos les pagan y el precio de coste final no sea tan elevada. Con estos mimbres llegó la primera jornada de protesta y, hasta la lectura del manifiesto ante la Subdelegación del Gobierno, el apoyo ciudadano fue mayoritario, pero los posteriores cortes de calles y bloqueo de la ciudad molestaron a más de uno, así como los cortes de carreteras en jornadas posteriores.
Los agricultores tienen un buen producto, pero deben cocinarlo al punto, porque si lo pasan mucha clientela se puede volver en su contra.