Ahora ya todo hay que cuidarlo. Hemos vuelto a la vieja escuela de nuestros padres -cuida las cosas, ten a mano el abrigo, no olvides el paraguas de casa-. En realidad es una vuelta fraudulenta o espuria. No se vuelve como un deber descuidado. Se vuelve como una moda -pasajera-. Pero aún siendo moda apunta ciertas maneras de antaño. El doctor móvil -por ejemplo-. Puede uno comprar a plazos un terminal de última generación -si el plazo lo fomenta tu entidad bancaria, la entrega es de un automatismo inmediato, como una orden o ucase al mercado-. Tengo el mismo teléfono desde hace años y he tenido tentaciones de pasarme al último modelo -pero la vuelta a la vieja escuela ha procurado que el doctor móvil -un fenómeno- me lo haya devuelto nuevo en menos de una tarde: cambio de batería y un protector a un precio imbatible-. Con Miguel Ángel Gallardo -de vuelta del doctor móvil- hemos pasado por librerías de segunda mano y por tiendas de ropa usada. Esto es algo distinto pero va más allá de la filosofía de conservar y cuidar -cuidamos la ropa que otro cuidó en su día, hasta el punto que el cuidado del otro procuró ponerla nuevamente en el mercado; y su bajísimo precio es como el símbolo del cuidar como deber-. En orden de buena razón, vuelta y devuelta son la misma cosa: se vuelve al punto de partida y de reposición. Seguimos nuestro paseo (otra actividad que ha vuelto con fuerza) y atendemos a una conversación al acaso: floristerías, restaurantes, fruterías y herbolarios, subastan en lotes sorpresa, por unos duros, los restos del día, quizá dos raciones de arroz con gamba roja, unas flores sin marchitar todavía; has de reservarlo y al llevarte el arroz parece estar oyendo a las madres: no hay que tirar nada, las cosas valen mucho. Y es cierto -al menos lo es por este tiempo, quizá la moda mañana cambie y vuelvan los útiles con fecha de caducidad, metáfora crudelísima del vivir-. Uno puede firmar un día redondo: visitar al doctor móvil con éxito, hacerse con una camisa de gemelo gastada y llegar a casa con el arroz, un libro usado y unas rosas damascenas. En el fondo era la vida de siempre, la del ahorro y economías de nuestros padres, la del sentido común espartano, aunque el tiempo jamás perdona.