La Tribuna de Albacete celebró ayer una brillante gala por su cuadragésimo aniversario y, según se desarrollaba, empezaron a agolparse en mi memoria recuerdos de los 32 años que llevo en esta casa periodística. Llegué en el verano de 1992, como becario, para trabajar en los meses estivales, pero después me quedé como apoyo en deportes los fines de semana y… hasta el día de hoy.
Más de tres décadas en las que he tenido decenas de compañeros, la mayoría convertidos en amigos, porque ya saben que el roce hace el cariño y en la redacción hemos echado más horas que los relojes. Lo primero que hice al llegar al periódico fue enamorarme de una redactora, yo, un simple becario que veía que pasaban las semanas del verano y no me atrevía a atacar, porque hasta que no cojo confianza soy bastante tímido. La redactora es Teresa Roldán, el amor de mi vida, y se pueden imaginar que me recogió los tejos porque ya llevo junto a ella 32 años, los mismos que en el periódico, del que podría decir que fue mi agencia matrimonial. Me dio lo más grande que tengo, mis hijos Álvaro y María, a los que aprovecho para pedirles disculpas por tanto tiempo robado en su infancia por el dichoso trabajo y a los que quiero decirles que intentaré subsanar el error con mis nietos. Cuando lleguen, claro.
En estos 32 también he tenido tres directores, Carlos Zuloaga, Dimas Cuevas y Francisco Javier Martínez. ¿Cuál ha sido el mejor de los tres? Les prometo que esa respuesta la daré en el artículo que espero escribir por el quincuagésimo aniversario de La Tribuna.