Se retira Pedro Piqueras y nos deja huérfanos de periodismo amigo por serio, honesto y cercano. El maestro albaceteño cuelga las labores informativas tras décadas incesante de trabajo y en el gremio sentimos que nos quedamos sin uno de nuestros referentes más evidentes y a la vista. Verlo cada noche dando la cara en los telediarios, para los que queríamos ser cómo él era como la demostración que uno puede conseguir lo que quiera siempre que lo persiga con la suficiente ilusión y empeño. Sí, se podía ser el mejor periodista de España siendo de Albacete. A muchos como yo, Pedro nos había enseñado el camino. Es la prueba definitiva de algo que he pensado durante toda la mi vida profesional y es que para hacer buen periodismo hay que ser buena persona. No hay fallo. Es uno de los oficios en el que más se notan estas cosas. Y nuestro paisano lo es y eso ha trascendido en su forma de entender e interpretar su trabajo. La vocación periodística de Pedro Piqueras fue algo que sorprendió en su familia, vinculada al pequeño comercio local. Tuvo claro que quería dedicarse a este magno laboro y se atrevió a soñar con poder estudiar y desarrollar su carrera profesional en un Madrid, a priori, poco amable para un joven manchego sin padrino que soñaba con ser plumilla. Todo lo sucedido ya es -tan feliz como extraordinaria- historia conocida. Hay dos cosas que deberemos agradecerle siempre, la primera es su profundo albaceteñismo. Eso mismo que le llevaba a siempre que le era posible mencionar a su ciudad natal en sus noticias, reportajes, etc. Piqueras ha sido clave para poner a Albacete bajo el foco del mapa informativo nacional, mostrando una imagen nuestra más abierta, fresca y moderna. Y, sobre todo, menos cateta. Y hay otra cosa que Pedro ha hecho siempre que le ha sido posible, cuando se lo ha pedido algún compañero de la prensa local, entre los que me incluyo. Y es facilitarnos contactos, abrirnos puertas e incluso recomendarnos desde su privilegiada posición en la cima de la comunicación escrita y hablada en castellano. Se retira Pedro y solo nos alegramos porque, seguramente, ahora lo podamos disfrutar más paseando por su cuna que no es otra que la nuestra. Siempre que lo vea, y como he hecho siempre, me acercaré a saludarlo. Seguro que, con solo un breve apretón de manos, aprendo algo.