Mientras Milei y Sánchez -tanto monta monta tanto- se enzarzan en su personal batalla dialéctica, en sus países no se habla de otra cosa. Y hay mucho de lo que se puede y debe. Pan, circo y bronca para tener al personal despistado ante lo que realmente importa que, en este caso y siempre, es lo que somos capaces de llevarnos a la boca y a la de los nuestros. El caso es que este terremoto que ha sacudido a las relaciones diplomáticas nacionales, nunca a las sociales y afectivas ya que el eterno respeto y cariño entre españoles y argentinos está a salvo de sus dirigentes, se ha convertido en una gran cortina de humo transoceánica tras la que parece no verse nada. Hombre por hombre, el autodenominado «león que ruge en la avenida» a pesar de todo tiene todas las de perder frente a un presidente que, entre otras fechorías, ha sido capaz de poner en peligro la estabilidad nacional por un mal puñado de votos. Aun así, Milei es solo un mayúsculo fanfarrón -tan peligroso como sin sustancia- que ha abrazado a la ultraderecha en beneficio propio. Y esto lo inhabilita a la hora de hablar de nada y nadie. El populismo soy yo, es su lema. Y es que nunca en la historia más reciente habíamos sufrido a un sujeto que su escasa altura política rivalice con los pocos centímetros sobre los que levanta su papantismo permanente, extremo y poco ilustrado. Viéndolo y escuchándolo somos muchos lo que nos preguntamos cuan tiene que estar de desesperado un país para tener que verse eligiendo gerifalte a un mequetrefe de esta calaña caricaturesca y abrasiva. Conociendo la catastrófica realidad económica de Argentina podríamos llegar a entender, aunque nos cueste, que solo les quedaba Milei para soñar con comer mañana, pasado y al otro. Pavoroso panorama que ahora, además y tras unos meses de gobierno, se confirma que no solo no hay cambiado un presente aterrador, sino que lo ha agravado aún más para millones de argentinos que habían puesto sus ultimas ilusiones en él y sus falsas promesas y bravuconadas a grito pelado. Y es que Milei busca la futbolización de la política, haciendo bandera del fanatismo polarizador y enfrentando, sin piedad ni descanso, a zurdos -como llama despectivamente a los socialistas- y ultraliberales en una batalla sin cuartel en calles ahora convertidas en canchas de tercera. Por todo esto y mucho más, es posible que a Milei le haya salido el tiro por la culata frente a un Sánchez que, a pesar de todo que es mucho, sale más que airoso en la comparativa. Y aquí es cuando, quizá, debemos de felicitarnos todos de que en España no esté como Argentina y de que Sánchez no sea Milei. Mejor cabeza de ratón que cola de león.