Fernando Fuentes

Fernando Fuentes


Las cuentas claras

19/03/2024

A propósito de lo que los últimos casos de presunta corrupción detectados en España, y en directa relación con la clase política que nos desgobierna para suplicio de propios y extraños, me pregunto si es realmente tan difícil descubrir si alguien -sea presidente de una Comunidad Autónoma, diputado nacional o amigo con derecho a roce de cualquier gerifalte de postín- se está enriqueciendo de forma ilícita. No me cabe en la cabeza cómo es posible que Hacienda sepa si a cualquier autónomo del montón se le he «pasado» declarar una facturilla de 300 eurillos, y por ello le pueden calzar hasta multas millonarias, y que a mendas que comisionan varios kilos por nada y que, encima, son capaces de declarar pérdidas, no se les caza. Lo que parece tan complicado es algo tan sencillo como exigir cuentas a todos esos que cuando entraron en política, hace unos años, conducían un humilde golfito y ahora, sea suyo o no, presumen de pasear en Maserati. O decían que no podían permitirse adquirir un pisito en Madrid y ahora, como por arte de magia, duermen en áticos valorados en millones de euros, aunque tampoco esté a su nombre, o le haya comprado, a tocateja, un apartamento a su señora madre en primera línea de playa en Benidorm cuando, hace nada, se mal ganaba la vida haciendo guardia en la puerta de un prostíbulo. Seguro que usted, y yo, estaríamos de acuerdo en que a todo quisque que ingrese en la vida política se le perpetren sendas auditorias para ver de qué patrimonio disfrutaba antes y, sobre todo, después de dicho hito en su carrera profesional. Lo que parece una evidencia es que, si alguien ingresa una nominita mensual con pocos ceros es imposible que pueda conducir un buga de Marajá, vivir en La Finca o llevar un tren de vida de ricacho ruso. Lo mismo es extrapolable a técnicos, funcionarios o consejeros en superempresas públicas, estos últimos designados por caprichoso dedazo. Y algunos de ustedes me dirán, pero para eso está la declaración de la renta y yo les contestaré, claro, siempre que se haga sin trampas, empresas pantalla o paraísos fiscales de por medio. O lo que es lo mismo, ajustándose a la verdad. Esta impunidad que disfrutan algunos, hasta que los pillan, si es que lo hacen, crea una sensación en la población muy negativa y viciosa que, además, puede llevar a muchos a pensar que, si estos mendas lo hacen, y en muchos casos salen de rositas, porque ellos no deben de intentar disimular determinadas cositas que, al fin y al cabo, sólo suponen unos pocos de miles de euros defraudados en cada curso. En fin, ¿si es tan simple comprobar si alguien está viviendo sospechosamente por encima de sus posibilidades por qué no se realizan las inspecciones pertinentes? Piensen mal y acertarán.