Ramón Bello Serrano

Ramón Bello Serrano


Memorias de Enrique Cantos

03/02/2024

La memoria es -de suyo- litigiosa. La gente cree que el escritor de memorias ajusta cuentas -en realidad ajusta cuentas para consigo, que es el numerario más arduo de su vida personal-. Hay memorialistas con trampa. Godoy escribió miles de páginas -brillantemente traducidas del francés por Pepita Tudó- para justificar su alevosa entente con Bonaparte. Santiago Carrillo escribió más de un millar de folios para dedicarle (se) un brevísimo párrafo a Paracuellos. Aquí, en casa, Juan Bravo publicó las suyas hace tiempo. Y yo, siendo joven e indocumentado, publiqué las mías en 1993. Si yo fuera un confitero social diría que las memorias recién publicadas por Enrique Cantos Lodroño son insuperables. Hay cosas que no me gustan. Sus Memorías impías pretenden quedarse en un libro de edición privada para su grey familiar y amistosa          -pero ocurre que los libros suelen elegirles a uno y tengo para mí que su sitio es en librerías y en venta al gran público-. Enrique me ha dedicado un capítulo entero en unas memorias desenfadadas -en apariencia- y divertidas. Ya digo que me trata muy bien -a excepción de algún palo que, a gusto, no duele-. Tengo una larga vivencia con Enrique Cantos que nació de modo tardío -como tardíamente brotó el gran respeto que le tengo literario-. Hablamos aquí de literatura. Sus memorias son impías -pero Enrique no es duro y, desde luego, no es falto a la religión-. Quizá sea que la religión nos falta a nosotros -y esa falta la orillamos y desplazamos- y por ello hay en su discurrir o trazo literario, como unas aguas soterráneas y devotas que aguantan ese ajuste litigioso del memorialista. Su vida en Albacete nos lleva -nos conlleva, mejor- al pasado no tan reciente, y allí Cantos muestra su baraja de espejos citando jocosamente a escritores de cabecera y abundando en los diálogos. Su determinante estancia en Alcoy es preparatoria para los que no hemos salido de aquí -pero Cantos confiesa que eligió Alcoy para trabajar por su cercanía a Albacete-; y ese afán de cercanías se aprecia y se nota -es de nota-. Ya digo que la memoria es litigiosa. Para el columnista quizá le interese saber o percibir si es honesta. En el caso de Enrique lo son. Y llevan mucho de cursillo propio     -y nuestro-.