La cuestión es ya una controversia universal entre seguidores de las redes y un mundo de opinadores, anónimos unos, identificados otros, que se están sumando al debate de si ha llegado el momento de decir basta y plantearse la tesis de dar un portazo en las redes y abandonar X, anteriormente denominada Twitter, y ahora bajo clara sospecha de haberse convertido en una monstruosa maquinaria de desinformación generadora de bulos, medias e interesadas verdades y mensajes polarizadores y propagadores de la gestación de odios y enfrentamientos que arrollan la libertad de expresión fundiéndola en una peligrosa mezcla de cantidades ingentes y ponzoñosas dosis de desinformación.
Asistimos actualmente a la mayor cantidad de información que jamás se ha expandido por el mundo, pero nunca hubo instante alguno en la historia en que esa gran cantidad del mensaje lanzado a la sociedad estuviera tan adulterado. Ante tan clara e intencionada evidencia no es de extrañar que multitud de intelectuales, académicos, políticos, profesionales de la comunicación y hasta no pocos influencers divulguen la intención y la decisión de abandonar X al comprobar que tras sed adquirida la antigua Twitter por el multimillonario Elon Musk se han desenmascarado las verdaderas intenciones del magnate al perpetrar esa operación, que además ha tenido su prueba de fuego con su intervención en la reciente campaña electoral norteamericana y su apoyo a Trump. Un apoyo que no será gratuito, ya que en el próximo Gobierno norteamericano Musk se sentará a la diestra de «dios padre». Las redes se han convertido en la antítesis de la información y el buen periodismo.